lunes, 29 de marzo de 2010

Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand

"¿Qué quieres que haga?
¿Buscarme un protector?
¿Un amo tal vez?
Y como hiedra oscura que sube la pared,
medrando sibilina y con adulación...
¿Cambiar de camisa para obtener posición?
¡No, gracias!

¿Dedicar, si viene al caso,
versos a los banqueros? ¿Convertirme en payaso,
adular con vileza los cuernos de un cabestro
por temor a que me lance un gesto siniestro?
¡No, gracias!

¿Desayunar cada día un sapo?
¿Tener el vientre panzón? ¿Un papo
que me llegue a las rodillas con dolencias
pestilentes de tanto hacer reverencias?
¡No, gracias!

¿Adular el talento de los camelos?
¿Vivir atemorizado por infames libelos
y repetir sin tregua: «Señores, soy un loro.
¡Quiero ver mi nombre escrito en letras de oro!»?
¡No, gracias!

¿Sentir temor a los anatemas?
¿Preferir las calumnias a los poemas?
¿Coleccionar medallas? ¿Urdir palacios?
¡No, gracias! ¡No, gracias! ¡No, gracias!...

...Pero cantar, soñar, reir,
vivir, estar solo, ser libre,
tener el ojo avizor, la voz que vibre,
ponerme por sombrero el universo,
por un sí o por un no, batirme...
o hacer un verso...
Despreciar con valor la gloria y la fortuna,
viajar con la imaginación ¡a la luna!...
sólo al que vale reconocer los méritos,
no pagar jamás por favores pretéritos,
renunciar para siempre a cadenas y protocolos,
posiblemente no volar muy alto, pero solo..."

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