… Y el príncipe, mirando a la princesita, se arrodillo delante de ella y le dijo:
-Princesita, princesita, te quieres casar conmigo?
Y la Princesita dijo No.
Y la Princesita no tuvo que lavar ropa, ni escuchar a su marido y sus amigotes hablar de futbol entre eructos y cervezas, ni preparar la comida cada día sin recibir una palabra amable a cambio, ni esperar en casa a que el príncipe volviese de por ahí, de vete a saber donde, de vete a saber con quien; no tuvo que fregar ni barrer, ni tuvo que aguantar al tonto y engreído príncipe por el resto de sus días.
Y la princesita fue feliz. Y las perdices también.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
PD: no recuerdo de donde saqué la idea, cuanto de ella es plagiado y cuanto no, ... pero el resultado me gusta
No hay comentarios:
Publicar un comentario